Exposición temporal

Miradas perturbadoras. Rorschach, pareidolia y alquimia.

En 1921 el psiquiatra y psicoanalista suizo Hermann Rorschach (1884 – 1922), hijo de pintor, publicó su conocido test (en realidad un método proyectivo), consistente en un conjunto de 10 láminas con manchas de tinta, caracterizadas por su carácter ambiguo y la simetría bilateral. La interpretación de aquellas pinturas automáticas al ser mostradas a los pacientes, permitía establecer hipótesis acerca de su funcionamiento psíquico.

Este juego entre la mirada y su valoración psicoanalítica tiene que ver, de forma general, con lo que se conoce por pareidolia, o tendencia a percibir formas reconocibles donde en realidad no las hay. Se trata de una cuestión que enlaza con precedentes propios del ámbito creativo, como ya había planteado Leonardo al hallar figuras en las humedades de un muro. Pero también con propuestas posteriores como las experimentaciones relacionadas con el automatismo surrealista, como es el caso de las decalcomanías de Óscar Domínguez, sugeridoras de un magnífico universo que transitaba entre lo abisal y las oscuras grutas de los paisajes lávicos. Mundos que no resultan difíciles de adivinar tampoco en algunas propuestas ligadas a la abstracción en Canarias a partir de los sesenta, pero que, desde miradas diferentes, podrían transitar igualmente hacia lo cósmico o en la deformidad de lo visceral.

Transcurridos 101 años desde su publicación, y pese a lo cuestionable que resulta desde el punto de vista científico, aun hoy el test de Rorschach sigue utilizándose en diferentes ámbitos como herramienta de valoración de la personalidad. De cualquier manera, lo interesante del mismo es que, en definitiva, lo que busca no es la detección de patrones interpretativos de esas manchas y, por lo tanto, una regularidad o supuesta “normalidad” del intérprete, sino, todo lo contrario, las perturbaciones que parecieran alejarlo de aquellos valores de lectura a priori considerados lógicos.

En un sentido similar, frente a la obra de arte, son justo las miradas perturbadoras las que consiguen activar el necesario proceso alquímico de transmutación de la mancha, la materia o lo fluido en realidades otras, siempre distintas e insospechadas, y romper lo predecible de la simetría perfecta y la inercia agotadora de la norma y lo normal, imposibles al fin y al cabo en cualquier mundo posible. Y aún así, la pulsión paranoica que nos lleva a tratar de descubrir un atisbo de verdad oculto entre lo informe, resulta casi inevitable.

Eliseo G Izquierdo